El-Qaf - Cueva de Djara

En el vasto continente africano, la presencia de arte rupestre dentro de las cuevas es un fenómeno poco frecuente.
A diferencia de Europa y Asia, donde el arte rupestre es más común, el arte rupestre africano adorna principalmente abrigos rocosos, también conocidos como “abris”.
Estos refugios, normalmente poco profundos y bañados por la luz del día, se forman por la meteorización de rocas más blandas bajo estratos más duros.
Ejemplos notables en el Desierto Occidental egipcio son la famosa “Cueva de los Nadadores” y la “Cueva de las Bestias” en Wadi Sora, célebres por su significado prehistórico.

La mística de las cuevas

A diferencia de los refugios rocosos, las cuevas son formaciones naturales, a menudo cavidades profundas dentro de la corteza terrestre, rodeadas de roca dura.
Son entornos únicos, a menudo desprovistos de luz diurna.
La cueva de Djara, situada en la meseta calcárea egipcia, a medio camino entre Asyut y el oasis de Farafra, es una de estas magníficas cuevas.
Esta cueva, a diferencia de los brillantes abrigos rocosos, sumerge a los visitantes en un mundo al que no llega la luz del sol, haciendo de su arte rupestre un verdadero arte rupestre.

Djara: Una joya oculta en el desierto

El-Qaf, también conocido como Gara o Djara, se encuentra más allá del Oasis de Farafra, al que sólo se puede llegar mediante viajes de safari especializados.
Oculta bajo una depresión poco profunda en el desierto, esta cueva de estalactitas era conocida por los beduinos locales mucho antes de su “descubrimiento” por Gerhard Rohlfs en 1873.
Tras caer en el olvido, fue redescubierta en 1989 por Carlo Bergmann, reavivando el interés por su importancia histórica y arqueológica.

Un portal a los conocimientos neolíticos

Dentro de esta antigua cueva, los arqueólogos han descubierto puntas de flecha y cuchillos de piedra, anteriores en quinientos años a los encontrados en el valle del Nilo.
Esto sugiere que la tecnología neolítica puede haber surgido primero en el desierto, desafiando las interpretaciones anteriores de la progresión histórica.

Un legado de piedra caliza

Formada hace aproximadamente 100.000 años, las formaciones calizas de la Cueva de Djara dejaron de crecer hacia el año 5.000 a.C. con el fin de las lluvias.
Con el tiempo, la cueva se ha llenado de arena, alcanzando ahora profundidades de 150 metros, insinuando una extensión oculta mucho mayor.
La cueva está adornada con impresionantes estalactitas blancas y formaciones de velo, algunas de las cuales alcanzan hasta seis metros de altura.
Sorprendentemente, cada formación emite un sonido único cuando se golpea suavemente, lo que añade una dimensión auditiva al espectáculo visual.
Se aconseja a los visitantes que lleven su propia iluminación para navegar por esta maravilla oscurecida de forma natural.

Creado el 18 de marzo de 2020

Actualizado en Ago , 2024

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